El diseño arquitectónico del Palacio de la Música Mexicana se define como la inserción de un edificio moderno y sensible a su contexto físico de gran valor histórico. Por su ubicación, pero sobre todo por su programa de usos de vocación ampliamente social, tiene desde su concepción como edificio público, la oportunidad y el potencial de revitalizar y regenerar la zona del centro histórico de Mérida donde se localiza.
La volumetría, lenguaje arquitectónico y selección de materiales es resultado de un trabajo de propuestas y consensos con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien elaboró los criterios generales de arquitectura específicos para este edificio. Mas allá de dichos criterios, el Palacio de la Música ha sido concebido desde su inicio como un hito en su propuesta arquitectónica de hacer obra pública.
Su implantación en el sitio busca ser al mismo tiempo un catalizador del espacio público a nivel de calle y un medio para la puesta en valor del patrimonio arquitectónico circundante. Para lograr esto, el edificio en su conjunto está concebido a la vez como un patio, una bisagra y una terraza urbanos, que no solo permite sino invita a la libre circulación de los peatones en sus espacios comunes a nivel de calle. Permite la articulación de flujo peatonal y espacial entre el antiguo callejón del congreso con la plaza Hidalgo, así como la creación de un nuevo corredor peatonal entre el nuevo edificio y el tempo de la tercera orden del siglo XVII.
Este nuevo corredor es también un espacio ajardinado que permite una apreciación favorable del templo colonial contiguo, abriendo visuales francas hacia el muro de piedra colindante y la cúpula de dicho monumento histórico. Por su parte, la azotea se propone como una terraza descubierta de usos múltiples.
Permite revelar la magnificencia y escala urbana del contorno patrimonial inmediato, conformado principalmente por la catedral y el propio templo de la tercera orden.
El Palacio de la Música Mexicana se compone de dos cuerpos principales parcialmente suspendidos del nivel de calle y unidos en su sótano y niveles superiores. Las fachadas que miran a las calles y al callejón peatonal preexistente son básicamente introspectivas y sólo se abren completamente en su parte posterior, a fin de mirar al monumento religioso contiguo que data del siglo XVII.
Hacia el exterior, los volúmenes en su gran mayoría son macizos
y se dividen a su vez en dos partes: un basamento
de placas de piedra caliza de la región y un paño superior recubierto también de con piezas de la misma piedra en
dimensiones menores, sujetadas con un
sistema de fachada ventilada que permite un doble
amortiguamiento de ruido y térmico.
Las proporciones en altura de ambas partes corresponden a la tipología de “plato y taza” que son una característica notable del contexto histórico circundante. Como parte de un discurso íntegro y coherente referido al carácter y sentido musical del edificio, las fachadas presentan perforaciones que cumplen un doble propósito. En primer lugar, representan una traslación arquitectónica del código de notas musicales de las cintas de pianola, en este caso aplicado a reproducir fragmentos de la canción popular mexicana “esta tarde vi llover” del autor Armando Manzanero.
En segundo lugar, dichas perforaciones forman un sobre-relieve de contraste de luz y sombra que hace eco a su vez de los relieves de los edificios vecinos en su contexto histórico. En la noche funcionan como cajas de luz nocturna, operadas con tecnología multimedia. Al representar el código de notas propio de las pianolas, estas cajas de luz aportan contenido de memoria y reflejan la semiótica del pensamiento propio de nuestro siglo XXI.
En su conjunto, el Palacio de la Música consta de 4 niveles (uno bajo nivel de calle y tres sobre la misma) divididos según los tres principales usos de que consta el edificio. El nivel sótano contiene al museo interactivo-multimedia de la Música Popular Mexicana. Consta de mil ochocientos metros cuadrados de área de exhibición divididos en ocho salas, cada una desarrollando temáticas del desarrollo y evolución de la música mexicana desde sus orígenes hasta nuestros días, haciendo énfasis en los géneros principales de nuestra música tradicional. Complementando lo anterior, el museo contará con bodega, sanitarios y el resto de su programa complementario de servicios.
En el nivel de calle, el edificio es prácticamente una planta de libre circulación peatonal abierto a los ciudadanos. En este nivel se encuentran los accesos para el propio museo, la futura fonoteca y su acervo físico, así como la sala de conciertos. Además de los accesos, a nivel de calle se tiene un espacio disponible para una tienda o concesión comercial especializada, contigua a una plaza techada bajo la sala de conciertos. Esta plaza techada, totalmente llana, es una terraza pública al mismo tiempo de estar y de paso. Se trata de un espacio universalmente accesible que sirve para la ejecución de eventos a cubierto, simultáneos con aquellos que sucedan con la sala de conciertos y la actividad del museo mismo.
Ocupando los niveles primero y segundo, en el cuerpo norte del edificio, se encuentra la sala de conciertos con capacidad para 430 personas, la cual tiene características acústicas de alto nivel para acomodarse inclusive a distintos formatos de concierto. Esta sala funciona además como un gran estudio de grabación con un escenario adecuado para alojar a la orquesta sinfónica de Yucatán.
Por último, en la azotea, se tiene previsto una terraza-mirador para reuniones y eventos al aire libre, con capacidad para 400 personas. Esta terraza cuenta con vistas expansivas al paisaje urbano circundante, teniendo como referentes principales a la catedral de Mérida y el tiempo de la tercera orden. De esta forma se contribuye a la puesta en valor del patrimonio arquitectónico desde una dimensión urbana y al rescate de la llamada quinta fachada en el centro histórico de nuestra ciudad.
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